viernes, 18 de marzo de 2011
Energía Nuclear, Terremotos y Japoneses.
El reciente terremoto de Japón no ha hecho sino poner de manifiesto que toda la tecnología del mundo sirve de muy poco cuando la naturaleza se desata y nos muestra toda su fuerza y crudeza. La aparente seguridad de las plantas atómicas niponas ha sido puesta en entredicho al no soportar algunas de ellas el envite que sus constructores y defensores se jactaban asegurando que estaban en condiciones de soportar. Aún tratándose de una situación de alta gravedad, lo verdaderamente alarmante e impactante, es que esto no ha ocurrido en el tercer mundo, sino en el país con mayor grado de tecnología a nivel planetario, y con personal técnico caracterizado por el espíritu perfeccionista y trabajador propio de los japoneses, lo que podría calificarlas como las plantas atómicas mejor controladas del mundo.
Y esto ha ocurrido cuando en la vieja Europa (y por ende en España) se estaba abriendo de nuevo el debate sobre la Energía Nuclear. Pero veamos las características de ese debate, que enfrenta a partidarios y detractores de este tipo de energía.
Los que están a favor argumentan básicamente que es una energía limpia al evitar emisiones de CO2, es barata en comparación con otras fuentes, asegura un suministro de energía constante, no hace depender del exterior, y el combustible además de ser relativamente barato, no se ve sometido a las fluctuaciones de precio de otros como el petroleo.
Sin embargo detrás de esos argumentos existen sencillos razonamientos que llegan a desmontarlos por completo:
Cuando se dice que es una “energía limpia” se recurre siempre al petróleo para establecer la oportuna comparación, en tanto evita emisiones de CO2. Pero si tenemos en cuenta que la principal causa de las citadas emisiones no es otra que el transporte por carretera (causante del 35% de las mismas), y en menor medida del aéreo (18%) poco pueden hacer las centrales nucleares para solucionar el problema del CO2, vamos, mientras no se inventen vehículos o aviones que funcionen a base de energía nuclear. Se omite el hecho de que la producción de uranio conlleva grandes emisiones de CO2, tanto en el proceso de extracción, procesamiento y transporte. Y no acaba aquí la cosa, porque al calificar a la energía nuclear de “limpia” parece que se la quiere presentar como algo impoluto, cuando no hay nada más lejos de la realidad, en tanto que genera los consabidos resíduos con una duración de varios miles de años. No hablemos ya de accidentes, como el ocurrido en Japón, que está produciendo una contaminación mortal que dejará desierta una superficie de centenares de kilómetros cuadrados, en los que no se sabe cuándo se podrá entrar; de momento las localidades próximas a Chernobil (25 años después) siguen cerradas por tiempo indefinido. Ciudades y pueblos fantasma. Miles de personas desplazadas que tuvieron que huir con lo puesto, dejándolo todo: hogares, muebles, enseres, recuerdos,...
Imagen del Accidente de Chernobyl.
Zona de máximo peligro para las personas tras el accidente de Chernobyl. Como puede apreciarse el área es más extensa de lo que podría parecer.
Los restos del accidente: una zona muerta por tiempo indefinido.
Al decir que es una energía barata se está comparando de nuevo con el petroleo, y la comparación es tan simple como poner en un lado el precio del combustible nuclear y en el otro el petroleo necesarios para producir un kilovatio de electricidad. Lo que no entra en esa comparación es el coste de la construcción de ambos tipos de central: menos de 500 millones de Euros para una central térmica de ciclo combinado (a base de gas), y poco más para una a base de fuel, frente a los 5.200 millones de Euros para una de tipo nuclear. Ese precio total se debe repercutir en el kilovatio, si queremos que la comparación sea válida. Pero no es lo único que se debe repercutir, pues también están otros temas como los gastos de mantenimiento o de seguridad, y como no, los de gestión de los residuos.
Dicen que asegura un suministro de energía constante. Siguiendo los intereses nucleares, esta comparación la hacen con una planta fotovoltaica o termo-solar que en teoría suministra energía sólo durante las horas de luz, pues las demás centrales también pueden producir de forma constante. Sin embargo hasta en las termo-solares se está solucionando el problema al sustituir el aceite por sales industriales derretidas, que mantienen el calor durante la noche y permiten un flujo de producción de energía en horas nocturnas cercano al que tienen durante el día.
También se dice que la energía nuclear no nos hace depender tanto del exterior como el petroleo. Otra falsedad. Las minas de uranio de nuestro país están agotadas y cerradas desde hace años, y los productores a nivel mundial son Canadá (33%), Australia (24%), Kazakhstan (10%), Rusia (10%), Nigeria (10%), Namibia (6%), Uzbekistán (5%), y el resto repartido entre Estados Unidos, Ukrania, Sudafrica y China (2%). A eso hay que añadir que el uranio no puede utilizarse tal cual se extrae de la naturaleza, sino que necesita un complicado proceso de transformación que está básicamente en manos de 4 paises a nivel mundial: Estados Unidos, Francia, Rusia y China. Está claro que en nuestro caso el proveedor directo es Francia, un pais vecino y miembro de la Unión Europea, pero al no tener producción propia, tiene que importarlo de los países mencionados, que no son nada cercanos, y en algunos casos están expuestos a posibles revueltas. Luego está el tema del transporte desde el país vecino hasta las centrales españolas, que se hace por barco hasta Cádiz y desde allí por carretera: un cargamento mortal recorriendo nuestras costas y carreteras cada cierto tiempo.
Nos queda lo de que es un combustible barato. Barato ¿comparado con qué? ¿otra vez con el petroleo? ¿con energías renovables? El precio del uranio no ha dejado de subir desde 1.980; sólo en el último año se ha encarecido más de un 30%, debido a que la producción no para de disminuir desde los años ochenta. Y sobre todo y más importante: barato porque el precio que se maneja es exclusivamente el de compra, y no se tiene en cuenta la gestión de ese combustible una vez agotado, es decir, los residuos. ¿Cual sería su precio final si se incluyera la gestión de los residuos? Sencillamente incalculable.
Evolución mundial de la producción de Uranio y precio del mismo.
Reactor nº 3 de la Central Nuclear de Fukushima tras una explosión.
Y llega el momento de hablar de los residuos. Estos lo componen tanto el propio combustible nuclear una vez agotado, como aquellos componentes que hace falta sustituir por desgaste y que tuvieron contacto con el mismo.
En España la empresa pública ENRESA (financiada en su mayor parte con nuestros impuestos) se hace cargo de todos los resíduos radiactivos de nuestro país. Ojo, de todos: de los que se producen en hospitales, centros de investigación y centrales nucleares. Es decir, mientras que la gestión y explotación de las centrales nucleares es de titularidad privada, según nuestra legislación, los resíudos los administra obligatoriamente ENRESA, estando obligadas las empresas propietarias de las centrales nucleares a abonar una cuantía, fijada en el BOE, para la cofinanciación de la empresa pública. Resumiendo: las empresas privadas propietarias de las centrales nucleares españolas asumen los gastos directos de la compra del combustible nuclear, del funcionamiento del reactor, mantenimiento general de la planta y seguridad interna, así como de una parte del almacenamiento de los resíduos, pero el resto lo pagamos entre todos. La cuestión más importante es que los resíduos más peligrosos, los de alta duración como el plutonio, siguen en las piscinas de las propias centrales nucleares, y cuando estas dejen de funcionar en nuestro país (la mayoría ya deberían haberlo hecho) los residuos seguirán estando ahí (o donde sea), y habrá que seguir gestionándolos, pero entonces las empresas propietarias de las centrales no tendrán la obligación de seguir realizando su aportación, por lo que seremos todos los españolitos los que paguemos con nuestros impuestos la factura íntegra de ENRESA. De hecho los resíduos procedentes del desmantelamiento de Vandellos-I (primera central desmantelada en España), que temporalmente se encuentran en Francia para ser reprocesados (por un precio considerable como cabía esperar), este mismo año volverán a nuestro país, y aunque con un volumen reducido a 100 bidones habrá que guardarlos en algún sitio. Esperemos que sea en “El Cabril”, único lugar habilitado en España para el almacenamiento de este tipo de materiales, y no en la Mina del Lobo (Extremadura) donde sin ningún tipo de control se hayan depositados los 577 bidones procedentes del desmantelamiento del reactor nuclear experimental del antiguo CIEMAT (http://elmineraldigital.blogspot.com/2009/04/la-mina-lobo-la-haba-badajoz-html). Y si tenemos en cuenta que algunos de esos residuos tienen una vida media de 24.000 años, buena herencia le vamos a dejar a nuestros descendientes.
Intentos por enfriar uno de los reactores de Fukushima mediante el vertido de agua de mar desde helicópteros. La operación ha sido comparada a la de intentar apagar un incendio forestal con un botijo. Sin contar el peligro radiológico para los tripulantes de los aparatos.
Como vemos, la energía nuclear tiene un coste muy elevado. Para empezar, la construcción de una planta atómica implica, como hemos visto, una inversión verdaderamente escalofriante, que sólo se amortiza al cabo de muchos años, pero esto también tiene su trampa: ese coste se refiere exclusivamente a la construcción, y por tanto no incluye ni el mantenimiento ni mucho menos la gestión de los residuos. Y siguiendo con los costes, qué decir del correspondiente a seguridad: Una Central Nuclear requiere un coste de unos 130 millones de Euros anuales en mantenimiento, incluyendo los sistemas de seguridad privados, pero no los públicos (medios materiales pero sobre todo medios humanos) que el gobierno pone al servicio de las plantas atómicas. Siempre se ha pensado como problemas extremos las situaciones de guerra o de terrorismo, pero ahora vemos que una catástrofe natural puede ser incluso más peligrosa tanto por la incapacidad de su predicción como por el grado de devastación que puede causar. Dificilmente podemos tener el problema de Japón producido por un Tsunami, pero es necesario recordar que estamos dentro de una zona sísmica, y que todas las centrales nucleares españolas se refrigeran con el agua de embalses cuyas murallas difícilmente resistirían un terremoto de grado 7. Sin agua para la refrigeración, estaríamos en el mismo caso de Japón.
A principios del siglo XX la tecnología humana ya presumía de construir “barcos insumergibles”. Pero tuvo que ocurrir la tragedia del Titanic para que nadie en su sano juicio se atreva (más de un siglo después) a calificar de tal forma a una embarcación. Hasta ahora los defensores de la energía nuclear la califican de muy segura, a pesar de haber habido no pocos accidentes, algunos de ellos muy graves, cobrándose más vidas incluso que el naufragio del Titanic, pero en los tiempos que corren parece que hemos aprendido a asumir las desgracias masivas como algo inevitable y connatural al empleo de la tecnología.
Casi todos los problemas que pueden ocasionar las centrales nucleares podrían incluirse (y de hecho así ocurre) dentro de esos riesgos que nuestra sociedad (o al menos una parte de ella) está dispuesta a asumir a cambio en este caso de disponer de abundante energía. Pero es obvio que los residuos nucleares no pueden incluirse en este cajón. Hipotecar la vida y la salud de las generaciones venideras a cambio del bienestar de ahora, o como siempre se ha dicho “pan para hoy y hambre para mañana” no puede seguir siendo una forma válida de pensar.
Cuando nos intentan vender lo nuclear como una fuente de energía “necesaria”, siempre omiten el tema de los residuos, a sabiendas que mientras el resto de argumentos pueden tener seguidores o detractores, el de los residuos no permite comparación alguna. En su día fueron arrojados al mar (buena parte de ellos frente a las costas gallegas) por considerar que este era un sitio seguro, y supuestamente ahí siguen. Luego se habló de almacenamientos geológicos profundos de larga duración, y más recientemente de depósitos temporales ¿Hasta cuando? Si ha ocurrido una desgracia como la de Fukushima en Japón debida a un terremoto, ¿no puede ocurrir algo parecido a largo plazo con un almacén? Todo parece seguro hasta que no lo es. Y entonces ¿que haríamos y sobre todo qué harían los habitantes de las zonas cercanas?
¿Pero quién está detrás de la promoción de la industria nuclear? Hasta ahora la antigüa URSS y China producían sus propios reactores y tecnología auxiliar, pero la mayor parte de centrales del mundo eran fabricadas por empresas americanas: Whestinghouse, American Elenctric, American Atomic,... Sin embargo, a pesar de que las citadas empresas sean de nacionalidad americana son grupos financieros japoneses los que acaparan buena parte de las acciones de las mencionadas compañías, al tiempo que el país nipón se ha iniciado en la construcción de reactores nucleares. Mitsubishi Heavy es una de ellas, y Thoshiba Corp da los últimos retoques al diseño de su reactor Thoshiba 4S con unas necesidades de vigilancia y mantenimiento inferiores a los actuales, y dirigido fundamentalmente a los países emergentes. Como buenos japoneses, siempre abaratando costes.
Cuando hablamos de países emergentes nos estamos refiriendo más o menos al tercer mundo; países de África, Sudamérica y Asia, donde la opinión pública cuenta poco o nada y donde el nivel cultural es lo suficientemente bajo como para engañar a la población con las supuestas bondades de la energía nuclear. Hasta ahí llega la codicia de algunos.
Y ahora toda la tecnología, el buen hacer, el orden, la competencia y el prestigio industrial japones se han venido abajo, y piden ayuda al resto del mundo para controlar una situación que a todas luces es incontrolable. Porque las radiaciones van a seguir saliendo y diluyéndose por la zona y por donde el viento la lleve, que en su mayor parte será el Océano Pacífico. Otra vez el mar se lo traga todo. !Hasta cuando! Y de todo lo que ocurra, al final sabremos lo que quieran contarnos.
No olvidemos que Japón, el país de la tecnología, del orden, y del progreso, caracterizado por la armonía de su entorno, se viene dedicando en las últimas décadas a esquilmar los recursos naturales de medio mundo: bosques tropicales arrasados para construir sus bonitas casas de madera, pesca intensiva que ha llegado a esquilmar especies como el Atún Rojo, algunos Tiburones, y no olvidemos su “pesca científica de Ballenas”, minería brutal en países del tercer mundo,... toda la basura y la mierda bien lejos de sus impolutas casas.
No es momento de ensañarse con quien ha sufrido semejante desgracia y por ello estas últimas palabras son de respeto, de apoyo y de ánimo hacia los japoneses para salir adelante, como ya lo hicieron en el pasado, pero también para pedirles que aprendan la lección y recapaciten sobre su forma de actuar a nivel planetario.
Un terremoto, un atentado terrorista, un desgaste de material o un fallo humano viene a ser lo mismo, y por ello ninguna sociedad debería asumir el riesgo de la industria nuclear, cuyas consecuencias nos superan a todos. Es el momento de aprender la lección e ir programando el cierre paulatino de todas nuestras centrales nucleares. Primero el cierre, y luego veremos qué se hace con los resíduos. Cuando llegamos a casa y nos encontramos un grifo abierto que está inundando nuestra hogar, no se nos ocurre empezar a recoger el agua dejando el grifo abierto; lo primero es cerrarlo, y después recogemos el agua. Pues en este caso igual: lo primero el cierre. Irá gente al paro, como es lógico, si bien todos sabían el tiempo de duración de las centrales cuanto estas se construyeron; pretender alargar ese tiempo es aumentar el riesgo más allá de lo necesario, y hacerlo aduciendo que no ha habido fallos ni accidentes graves parece de risa. !es que hay que esperar a que se produzca un accidente grave para que los más convencidos pierdan su confianza en toda la supuesta seguridad nuclear!
Y si un día de estos alguien descubre la fórmula para convertir en inocuos los resíduos nucleares, a partir de entonces se puede hablar de desarrollo nuclear. Hasta entonces lo más sensato es el cierre y desmantelamiento de todas las centrales.
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